miércoles, 29 de octubre de 2008

Un destello en la oscuridad


Hace frío ahí fuera. Sobre todo cuando estás solo y todo es oscuridad a tu alrededor, cuando no conoces el terreno que pisas, cuando cualquier ruido supone una amenaza, cuando la confianza es una quimera. Las ciudades son un campo de batalla de furia incontenible. Busca refugio al lado del fuego, tápate con la manta, cierra las ventanas. Shhhhh. No hagas ruido. No los despiertes. Hay veces que el único consuelo es el sonido de la lluvia, la luz de una vela, el recuerdo del beso de una madre. Somos niños de por vida y tenemos miedo porque el mundo es implacable e injusto. Hubo una época en la que aparentaba saberlo todo, en la que pretendía pasar por un tipo duro, en la que no me importaba sacar los codos. Sólo para combatir el miedo. Coges la cámara y todo en la vida es oscuro a través del objetivo. Pero una vez miré a mi alrededor y me cegó un destello de luz. Eso te cambia la vida.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Big Bécares


Le recuerdo recostado en los cojines del Café del Mar de Santorini con cara de satisfecho, disfrutando de un mojito, entornando los ojos para ver mejor la puesta de Sol, con barba de tres días y el brazo por encima del hombro de su chica. "Me lo merezco", parecía decir su mirada. Después de un año en el que trabajó como un cabrón Big Bobby se merecía eso y mucho más. Parecía un Pachá ante su corte. Siguiendo su trabajo uno tiene la sensación de que está ante uno de los pocos periodistas que aún no han sucumbido a quedarse con la triste rueda de prensa, con la nota de agencia, con el todo vale de google. Cómo me gustaría trabajar junto a él. Bobby sigue en contacto con la calle porque él es la calle. Dejar de sentir el asfalto sería negarse a sí mismo. Por eso me caer bien, porque no hay hipocresía en su trabajo ni estafa en su persona. Bobby no entiende de poses ni corazas. Como dice Monsieur Gómez, tenían que fabricar su corazón en serie. A sus pies me tiene.


La foto se la hice en Benicàssim una tarde color cerveza.

lunes, 13 de octubre de 2008

Al otro lado del mundo


Es el lugar más lejano al que he viajado y puede que nunca consiga ir más allá, pero prometo que lo intentaré. Se llama Cabo de Hornos y sólo con mencionarlo a los marinos se les hiela la sangre. Su leyenda se basa en números: 800 barcos hundidos en sus dominios, 160 kilómetros por hora de viento en un día navegable, olas de hasta 10 metros, las cuatro estaciones del año en cinco minutos... Es el sueño y la pesadilla de los viejos lobos de mar, el tatuaje de los audaces, la rotonda marina que te da derecho a llevar un anillo de pirata en la oreja derecha (la izquierda es para el Cabo de Buena Esperanza). La travesía previa entre las islas fue tranquila, pero la tormenta nos esperaba al otro lado. Después de desembarcar cerca de su espolón afilado, conocimos al alcalde de mar y su esposa, dos almas que, además de gobernar el faro y las comunicaciones de la isla para guiar a los barcos perdidos, su trabajo consiste en sellar nuestros pasaportes. La mujer, que se pasa meses sin recibir visitas en su prisión de agua, viento y tundra, se pintó los labios para recibirnos. Después, ya embarcados, le dimos la vuelta al cabo, pasamos del Atlántico al Pacífico y supimos lo que era navegar en aguas indómitas, las del tenebroso mar de Drake.


Esta foto retrata su albatros de metal, dedicado a los marineros muertos bajo sus aguas.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Sangre de pescado


Después de dejar la parte occidental de la isla nos adentramos en su interior por las impresionantes autopistas que Sicilia tiene gracias a la caridad de la Unión Europea. A diferencia de la costa, se trata de un paisaje árido, montañoso y quemado por el sol. La carretera discurre elevada por pilares entre cerretes amarillos y pueblos abandonados. Antes de llegar al este, el Etna ya se asoma entre las nubes. Catania es la ciudad más importante de la zona. Fue allí donde pudimos dormir en el albergue de Hans, un simpático holandés dueño de un ala del antiguo palacio de los borbones españoles. Sus habitaciones, enormes salas con frescos en el techo, nos alojaron durante dos noches. Una mañana, paseando por el centro, nos encontramos con esto, su mercado diario de pescado, donde los precios cambian al minuto dependiendo de lo que se venda. Allí tomé la foto, con los pies manchados de sangre de pescado, entre los gritos de los tenderos, con una buena sobredosis de realidad siciliana en el objetivo de mi cámara.

lunes, 6 de octubre de 2008

Tormenta sobre Sicilia


Buena gente la de Sicilia. Si no fuera porque conducen como criminales sería una isla más amable, pero parece que la 'cosa nostra' cambió las pistolas por el volante. Alquilar un coche en el aeropuerto y dirigirse al centro de Palermo es también un viaje en el tiempo. Ni en mis peores pesadillas podía imaginarme una ciudad así. Lo mejor que se puede decir de ella es que es 'decadentemente caótica'. A mí me pareció un vertedero. No digo que no tenga zonas bonitas, pero es tanta la basura, la suciedad y el desdén de las autoridades que la impresión es lamentable. La mía lo fue. El puerto es feudo de la mafia. No la ves, pero está por todas partes recaudando el 'pizzo', extorsionando, dirigiendo mercancías falsas, gobernando barrios enteros. Nadie lo dice, pero todos trabajan para ella, sabiéndolo o sin saberlo. Esa es la cruz con la que cargan desde hace siglos. La 'cosa nostra' es el estado siciliano, un estado alternativo que surge en un lugar donde el estado italiano no llega. Es la Sicilia del Oeste. Una pena.

Fue salir del avispero palermitano y comenzar a disfrutar de Sicilia. En la imagen, la pequeña playa de Cefalú, un antiguo pueblo a pocos kilómetros de Palermo. La tormenta que se forma en las montañas del interior es la mejor metáfora de una mafia enquistada en un territorio de leyenda, una mafia que no permite avance alguno, que lastra cualquier intento de sus habitantes de abandonar el siglo XIX.


Mañana, la Sicilia del Este.