martes, 4 de noviembre de 2008

Esas ciudades con dos caras


Hay ciudades con dos caras. A veces tiene que ver con la diferencia de barrios, unos bellos, antiguos, con clase, otros nuevos, de edificios repetitivos, de aburrida uniformidad. Otras veces los rostros de esa ciudad y sus cambios tienen que ver con el estado anímico de la gente, o con la disposición de esta para abrirse a los demás. Y luego está Londres. Hace cinco años me presenté allí en pleno diciembre. Me pareció la ciudad más triste y gris que había visto en mi vida (luego visitaría Berlín). El que anocheciera a las cuatro de la tarde no ayudaba, igual que sus precios inaccesibles a los viajeros 'low cost', igual que esa lluvia incesante. No me enteré de nada, ni me pareció acogedora, ni me gustó lo más mínimo. Meses después tuve que volver para realizar un reportaje. Ya no era la misma. La primavera la transformó, le dio color, el sol la hizo más amable, la gente sonrió y yo, al fin, me sentí uno más en sus calles.


Esta foto oscura y gris es, como no, del primero de los viajes, de la parte sur de Londres, a medio camino entre la Tate Modern y la zona de Elephant&Castle.

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