lunes, 3 de noviembre de 2008

Fantasmas en Praga


Me cuentan que ambos coincidieron en Praga durante una fracción de tiempo. Uno como desertor, huyendo del servicio militar que ensombrecía su futuro como artista. El otro, prisionero en su castillo (vivía en el número 22 de una callecita de orfebres en su interior), imaginando fábulas de terror en las que, sin cadenas físicas, era incapaz de escapar del ambiente deprimente que le rodeaba. Kafka escribía sus historias de opresiva incomprensión mientras que Hitler, recién llegado de Múnich en 1909, pretendía reinventar el arte con sus pinceles. No hay constancia de que se conocieran, pero el círculo bohemio de Praga no era tan amplio para que al mejor novelista local le pasara desapercibido un pintor austriaco delgaducho, espigado e histriónico que frecuentaba los mismos cafés que él. De hecho, así lo describe en sus diarios, aunque sin citar su nombre. Aunque ambos han muerto, uno percibe en las calles de Praga la presencia de Frank Kafka, recostado sobre el puente vestido con su traje barato y su sombrero borsalino. Si uno de fija, también puede sentir al joven Hitler, vendiendo sus acuarelas a los turistas bajo el arco de la pólvora, mascando su frustración, maldiciendo a los que impidieron su acceso a la Academia de Bellas Artes de Viena, su trampolín para convertirse en uno de los artistas imprescindibles del siglo XX.

Como no pasó a la historia como pintor, se desquitó como el dictador más sanguinario que el ser humano haya conocido.


Esta imagen está tomada, una noche de invierno en el puente de Carlov, bajo la protección del castillo en el que vivió Kafka.

1 comentario:

lapetitfilleaparis dijo...

me gusta la foto: difusa e intrigante.. como la hsitoria que cuentas