lunes, 13 de octubre de 2008

Al otro lado del mundo


Es el lugar más lejano al que he viajado y puede que nunca consiga ir más allá, pero prometo que lo intentaré. Se llama Cabo de Hornos y sólo con mencionarlo a los marinos se les hiela la sangre. Su leyenda se basa en números: 800 barcos hundidos en sus dominios, 160 kilómetros por hora de viento en un día navegable, olas de hasta 10 metros, las cuatro estaciones del año en cinco minutos... Es el sueño y la pesadilla de los viejos lobos de mar, el tatuaje de los audaces, la rotonda marina que te da derecho a llevar un anillo de pirata en la oreja derecha (la izquierda es para el Cabo de Buena Esperanza). La travesía previa entre las islas fue tranquila, pero la tormenta nos esperaba al otro lado. Después de desembarcar cerca de su espolón afilado, conocimos al alcalde de mar y su esposa, dos almas que, además de gobernar el faro y las comunicaciones de la isla para guiar a los barcos perdidos, su trabajo consiste en sellar nuestros pasaportes. La mujer, que se pasa meses sin recibir visitas en su prisión de agua, viento y tundra, se pintó los labios para recibirnos. Después, ya embarcados, le dimos la vuelta al cabo, pasamos del Atlántico al Pacífico y supimos lo que era navegar en aguas indómitas, las del tenebroso mar de Drake.


Esta foto retrata su albatros de metal, dedicado a los marineros muertos bajo sus aguas.

No hay comentarios: