miércoles, 8 de octubre de 2008

Sangre de pescado


Después de dejar la parte occidental de la isla nos adentramos en su interior por las impresionantes autopistas que Sicilia tiene gracias a la caridad de la Unión Europea. A diferencia de la costa, se trata de un paisaje árido, montañoso y quemado por el sol. La carretera discurre elevada por pilares entre cerretes amarillos y pueblos abandonados. Antes de llegar al este, el Etna ya se asoma entre las nubes. Catania es la ciudad más importante de la zona. Fue allí donde pudimos dormir en el albergue de Hans, un simpático holandés dueño de un ala del antiguo palacio de los borbones españoles. Sus habitaciones, enormes salas con frescos en el techo, nos alojaron durante dos noches. Una mañana, paseando por el centro, nos encontramos con esto, su mercado diario de pescado, donde los precios cambian al minuto dependiendo de lo que se venda. Allí tomé la foto, con los pies manchados de sangre de pescado, entre los gritos de los tenderos, con una buena sobredosis de realidad siciliana en el objetivo de mi cámara.

No hay comentarios: