viernes, 9 de enero de 2009

El infierno de fregar escaleras


Me dicen por aquí que Santiago Rival no se actualiza nada. Dos post en tres días. ¿Qué más quieren? Como mis lectores son cuatro (contados) no quiero defraudarles. Así, aprovecho para colocar una de las pocas fotos en color que me traje de Lisboa. Es un sex shop iluminado por neones verdes y rojos que evocaba vicio, pecado y un poco de sordidez, para qué negarlo. El caso es que la foto me recuerda una entrevista que le hice a una prostituta de lujo que se hacía llamar María. María era española, rubia, alta, orgullosa y muy, muy guapa. Me pareció elegante, no una vulgar buscona. Después de llamar a más de 20 teléfonos de contactos en el periódico, fue la única que no colgó y me escuchó hasta el final: "Soy un periodista que hago un reportaje sobre bla, bla, bla". Decidió que no perdía nada por contar su historia, sólo me rogó que no la juzgara en el artículo a la ligera, que comprendiera su situación, que me hiciera cargo. En un restaurante de la Avenida de Barcelona me contó como alguien al que quería se metió en un lío, cómo alguien la amenazó con una pistola cuando trabajaba en una discoteca y cómo, con el agua al cuello, se presentó en una agencia de señoritas de compañía dispuesta a vender algo más que su alma al diablo. "No me arrepiento de nada", repetía. "No es agradable, pero tampoco es un infierno. Un infierno es fregar escaleras". Así era ella, sencilla y directa. De todo su relato, lo que más me llamó la atención fue la presión a la que se sometía a las chicas desde fuera, no sólo por parte de clientes adinerados o 'madames' demasiado exigentes. "Yo pongo los límites", explicaba. A lo que ella se refería es a los foros en los que, como si fueran restaurantes de la guía Michelín, se puntúa con fría subjetividad las 'artes amatorias' de las prostitutas en apartados como 'Implicación', 'Francés', 'Belleza' o 'Higiene'. Por curiosidad busqué en internet alguno de esos portales y su versión es cierta. Ella lo llevaba realmente mal. Alguien había desvelado su verdadera identidad y su familia ya andaba tras la pista. "Sólo pido respeto", me dijo para despedirse.

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