martes, 6 de enero de 2009

El Gran Hermano te vigila


Me encanta pasarme las vacaciones sin hacer nada, o mejor dicho, sin trabajar en nada. No he comprado ni un puto periódico y he intentado mantenerme lo más alejado del trabajo posible. Por momentos lo he conseguido, así que mi cuerpo y mi alma han conseguido descansar un poco. Pero lo dicho: me he dedicado a ver pelis, a leer y a fotografiar cosas. Entre los DVD, nada recomendable. Entre los libros, el inquietante y adictivo 'Los hombres que no amaban a las mujeres'. Y mira que soy enemigo del best seller. Además, compré una edición de bolsillo de '1984', una de mis novelas favoritas, que estoy volviendo a releer. Ayer por la noche, con el libro ya bien avanzado, se me ocurrió pensar que el efecto que causa en el lector es el mismo que el de las píldoras que ofrece Morfeo a Neo en 'Matrix'. Si eliges la roja, te quedas en el mundo en el que vives. Si eliges la azul, prepárate para conocer la verdad. Éso es lo que te ofrece '1984', 'la píldora azul' de la literatura: el conocimiento de los tics que usa el poder para perpetuarse, la caja de herramientas de los Gobiernos para instrumentalizar el terror. Ríete del 'pan y circo' de los romanos. Porque es un libro necesario, porque nos enseña a ver las cosas desde un punto de vista original, porque la fábula de Orwell, pese a su ambiente de pesadilla, puede hacerse realidad en cualquier momento. Porque nos engancha desde la primera página. Porque nos da las claves para entender los mensajes del poder y desencriptarlos, las campañas electorales, las costumbres de los dictadores, la manipulación de los medios de comunicación, las sonrisas interesadas de los políticos, los privilegios de los brahamanes de Wall Street, el gusto del dinero por el dinero. Ojo que no es una fantasía. Un aviso: absténganse los que gusten de princesas de cuento, dragones y héroes en busca de anillos mágicos. El mundo de Orwell existe: aunque el escritor sitúa la acción en un Londres sórdido, empobrecido y controlado por un estado policial terrorífico, lo que leemos nos recuerda a menudo a la dictadura comunista de Corea del Norte, a los mensajes de Fidel Castro, a las arengas de Hugo Chávez, a la política de Bush. También lo sufrimos en España hace no muchos años, aunque algunas prácticas aún perduran disfrazadas de sana democracia.

Estas teles, alineadas como atrezzo en una tienda de ropa en el barrio alto de Lisboa, me recordaron a las telepantallas de la novela que, repartidas por las calles y dentro de las casas, vigilan a los ciudadanos día y noche, sin descanso, para que nadie se salga del redil.

Y de Lisboa, mañana más.

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