miércoles, 7 de mayo de 2008

Fronteras (II) Road to Fanore



Si alguna vez te persigue la policía, si tienes un sicario detrás de tus pasos, si quieres perderte o simplemente desaparecer durante un tiempo, no se me ocurre un lugar mejor. Lo encontré de casualidad, en un viaje a Irlanda que hicimos Luis Alemany, Quico Alsedo y un servidor en un coche alquilado. Partimos un día lluvioso desde Galway, en el oeste de la isla, y fuimos recorriendo la costa por una carretera infame pero vacía hacia la región de Connemara, la más bella de Irlanda. En medio de un paisaje rocoso, y flanqueados por la furia del Mar del Norte, una hora y media después llegamos a Fanore, una aldea de pescadores con seis casas y un modesto pub donde servían un delicioso guiso de carne a la cerveza Guiness. Por supuesto, no había televisión, ni cobertura en el móvil, ni mayor jaleo que el producido por una pequeña orquesta de músicos locales: violín, banjo y una especie de tambor celta. Pura alegría frente un mar indómito y oscuro, la última frontera en un paisaje desolado. La foto está tomada a sólo unos kilómetros del pueblo.

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